martes, 2 de noviembre de 2010

Lucas 9:57-62
 
(vs. 57-58) <<Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.”>>

Encontramos en esta ocasión a alguien que manifiesta un deseo (muy probablemente fervoroso) de seguir a Jesús. Sin embargo este personaje ejemplifica a aquellos que toman decisiones a la ligera, profiriendo palabras sin considerar bien el costo de su decisión. Está claro que alguien con este perfil, no está capacitado para seguir a Jesús pues en cuanto se presente la dificultad y la prueba, muy probablemente abandonará. Jesús lo sabe y por esta razón nos insta a considerar bien el precio antes de tomar esta importantísima decisión.
Alguien que decide seguir [ir en el mismo “a”, camino “koloutheo”] al Señor debe no solamente estar dispuesto a renunciar a muchas cosas; ha de estar dispuesto también a “quemar sus naves”, esto es, dejar atrás toda posibilidad de volverse atrás para dejar de seguir al Señor y abandonar la obra del Señor.

a) << “Señor, te seguiré adondequiera que vayas”>>

· a.1) “NO ME PUEDES SEGUIR AHORA”
A veces somos demasiado apresurados y “valentones” a la hora de tomar decisiones. No meditamos bien y hablamos con premura:
_ (Jn.13:36-38) Me viene a la mente nuestro hermano Pedro en sus primeros años en el Señor:
<< “Señor, ¿Por qué no te puedo seguir ahora? ¡Mi vida pondré por ti!
Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí?...”>>


¿De veras lo harás Pedro? ¿Podrás permanecer ahí cuando llegue la hora de la prueba, a mi lado? ¿Estás preparado?...
Pedro tuvo que aprender una amarga lección y se dio cuenta de que habiendo proferido tales palabras, aunque del corazón, con mucha premura, fervor y poca meditación, al final sus palabras acabarían en nada.
Jesús lo sabía y como él dijo:
<< “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás
               después”>>
Llegaría el momento en que Pedro respondería fielmente al llamado de Jesús, esto es, a dar su vida por él, totalmente dispuesto, concienciado del precio, preparado y fortalecido por la gracia de Dios y el Espíritu Santo.

¿Desánimo o concienciación?

Y alguno podría decir: ¿Pero parece que está Ud. poniendo más pegas que ventajas para aquellos que quieren servir al Señor? ¿Parece que está Ud. desanimando a los que quieren tomar el arado e ir en pos de él?
Parece ser que esto es lo que el mismo Señor estaba haciendo. No para desanimar o ser de tropiezo a los que querían seguirle, sino para que tomasen conciencia, esto es, que supiesen a lo que se enfrentaban y estuviesen verdaderamente dispuestos a seguirle por difíciles y pésimas que fuesen las condiciones; porque de otra manera, él sabe que volveremos atrás para salvar nuestra vida. Ver (Lucas 14:25-33).

· A.2) VOTOS A LA LIGERA

También me pregunto lo siguiente: ¿Qué llevó a Pedro a expresar tales sinceras y fervorosas palabras?
A veces somos demasiado “viscerales” o sentimentales. No meditamos bien los pensamientos que del corazón vienen (en la mayoría de los casos) y hablamos a la ligera comprometiéndonos; atando nuestra vida a nuestra palabra (Prov. 6:2), sin poner al Señor delante de nosotros –consultar primeramente al Señor e inquirir de dónde provienen estos pensamientos.
Esto se llama “hacer votos a la ligera” (Eclesiastés 5:2, 4, 5…) y es algo que a la postre será contraproducente pues nos veremos en un compromiso demasiado costoso que seguir.
Véase como ejemplo lo que le sucedió a Jefté (Jueces 11:30-35)
El Señor no desea que hagamos las cosas por compromiso o un mero “por tener que”. Quien así sirve, tarde o temprano abandonará la obra del Señor. Ahora bien, Dios se agrada de aquellos que estando bien apercibidos del precio a pagar y habiendo considerado el coste, le sirven con devoción y corazón sincero.
¡Cuidado con los votos a la ligera!
· A.3) ¿PREPARADOS?

Según el pasaje paralelo que encontramos en Mateo 8 y versículo 19 se nos dice que aquél que pronunció estas palabras fue un escriba. Un escriba [gr. grammateus] era un hombre realmente preparado, instruido y bien capacitado en asuntos religiosos; un alto funcionario estatal. Un hombre familiarizado con las Escrituras. En otras palabras: ¡un profesional!
Y no ceso de preguntarme: ¿Será que este hombre pensaba estar preparado para seguir a Jesús?; o ¿estaba Pedro tan seguro de sí mismo o se sentía tan fuerte y seguro para hacer tal declaración?
Lo cierto es que aunque pensemos ser fuertes o estar preparados (titulaciones de estudios en seminario, algún trabajo ministerial previo, conocimiento amplio de las Escrituras… etc.), no podremos seguir al Señor en nuestras propias fuerzas, ni hacer su obra mediante el brazo de carne. Aun el mismo apóstol Pablo se daba cuenta de que estas cosas no servían al propósito de conocer más al Señor (Filip.3:4-10)
En este sentido, la mayoría de las ocasiones nuestros talentos o virtudes pueden ser más un impedimento que una ayuda, pues “creemos ser capaces de hacer la obra de Dios”.
Cuando esto sucede, Dios no podrá usarnos de una forma efectiva, sino que seremos más bien un estorbo. ¿Ha probado Ud. enseñarle algo a alguien que cree saber perfectamente lo que trata de enseñarle?
Sin embargo, aun el mismo Jesús sabía que nada podía hacer de sí mismo, sino aquello que veía hacer al Padre. (Jn.5:19).

¡Capacitados por Dios para su obra!


Para servir al Señor necesitamos la capacitación de Dios por su Espíritu y esto vendrá en el momento que tras escuchar su llamado y dar pasos de fe en esta dirección, Dios mismo nos capacite para toda buena obra. Aquél que nos llama también nos capacita para aquello a lo cual él nos llama (1ªPedro 5:10); por Él <<“recibimos la gracia y el apostolado [ministerio], para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor a su nombre”>>(Romanos 1:5)

· A.4) ¿UNA IMPORTANTE REFLEXIÓN?
¿Cuál es el verdadero motivo en tu corazón para querer seguirme?
¿Qué estás buscando junto conmigo: pan, honor o gloria propios, reconocimiento, fama, sabiduría… (Jn.6:26,27)?
Ó
¿Me amas verdaderamente y simplemente por ello estás dispuesto a seguirme sea cual sea el coste?

b) << “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.”>>

Seamos conscientes de que ¡hay un coste a pagar por seguir a Jesús! Sinceramente creo que esto es lo que Jesús quiso decir con estas palabras.
"Mira que mi vida no es fácil, y seguirme a mí no va a ser un camino fácil. Al igual que yo hago la obra de mi Padre y tengo que pagar un precio por ello, también tú tendrás que pagar un precio"
Y efectivamente, para estar con él, a su lado, tendremos que estar dispuestos a dejar atrás muchas cosas (comodidades, placeres, sueños, metas…) y a padecer escarnios, burlas, incomprensiones, disensiones familiares, tribulaciones, persecuciones…
¿Estás verdaderamente dispuesto?

(vs. 59-60) <<Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios”>>

Jesús es aquél que pasa al lado del hombre y le “echa su manto” cf. (1ªReyes 19:19) diciendo: << “¡sígueme!”>>.
No somos “nosotros” los que hemos decidido seguir al Señor, sino que es el mismo Padre el que nos da (concede) a Jesús para que él nos escoja y llame conforme a la voluntad del Padre. Éste es el orden correcto y lo que sin duda funcionará. Toda obra o ministerio verdadero comienza, se sostiene y permanece –no por la elección humana ni por voluntad de hombre (no porque un día me levanto y tras ver un precioso amanecer me digo: << “Voy a servir a Dios”>>—sino por la voluntad del Padre (1ª y 2ª Corintios 1:1; Gál.1:1; Ef.1:1… etc.) Dios me dice: ¡Ven, sígueme! Y él mismo obra en mí para que tome la correcta decisión.
El Señor nos llama a ocupar un puesto de honor a su servicio, pero ¿cuál es nuestra voluntad en todo ello? ¿Realmente aceptamos el llamado del Señor? ¿Es él nuestra prioridad en la vida? ¿Entendemos el valor del llamado de Cristo? ¿Somos conscientes de la honrosa oferta del Señor?

a) << “Y dijo a otro: Sígueme.”>>

· “El llamamiento”: ¡Sígueme!
No fue el “discípulo” (seguidor, simpatizante), que fue a Jesús, sino que fue Jesús quien fue al discípulo para que le siguiese verdaderamente y quien lo llamó a su servicio:
<< “¡Sígueme!”>>
El Señor Jesús es aquél que nos llama y escoge conforme su presciencia y buena voluntad.

_ (Jn.15:16) Fijémonos que tremenda declaración la de Jesús:
<< “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.”>>

Y también:_ (Jn.6:37, y 65-66)
<< “Todo lo que el padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.”>>; << “Y dijo: por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre. Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.”>>

¿Soy yo uno de aquellos que el Padre escogió y dio a Jesús para que le 
siga?
Ahora bien ¿a qué nos llama el Señor?


¡Un puesto de honor!

Consideremos que Jesús ofreció a este discípulo un puesto de honor a su servicio. Le invitó a tomar una importantísima decisión: sígueme, trabaja para mí; sírveme a mí; se para mí un vaso de honra. Te ofrezco un puesto de honor: ¿aceptas?
Leamos (Jn.12:26) << “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará.”>>


Después de plantear el coste tremendo de la decisión a tomar (“morir a nuestra vida; aborrecer nuestra vida en este mundo”…etc.) Jesús muestra la recompensa de una buena decisión, la mejor de las decisiones de nuestra vida: seguir a Jesús.

b) << “Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.”>>


· “La excusa”:
*b.1 Este hombre—y esto es una gran tragedia— había escuchado la voz y el llamado de Jesús: "sígueme". Pero pensaba que aún no había llegado el momento oportuno para dar el paso, o tal vez no estaba seguro de seguir a Jesús en las condiciones que el Señor demandaba. Muy posiblemente apreciaba a Jesús y sabía que él hablaba la verdad y que era de Dios, sin embargo no deseaba comprometerse o consagrarse para él en ese momento. Pero qué diferencia la respuesta de Simón Pedro y Andrés su hermano, o de Jacobo y Juan, o de Mateo, sentado al banco de los tributos públicos. Todos ellos: dejando al instante lo que estaban haciendo, le siguieron. 

¡Qué fácil es “seguir”(¿?) a Jesús cuando no hay compromiso, ni “duras palabras” que oír, ni encontramos tropiezo alguno (Jn.6: 60-61)(Lc.7:23)
*b.2 Le plantea al Señor una buena excusa: << “debo enterrar a mi padre”>>
-Lo cierto es que gran parte de las veces encontramos excusas a las demandas del Señor. Hemos llegado a ser “expertos” cf. (Lc.14:18-20)
-Si no hubiese sido esta excusa, hubiese sido cualquier otra excusa.
-Podemos poner excusas—y excusas razonables—pero el Señor mira más profundo aún; mira al corazón y discierne los verdaderos motivos de nuestra negativa.
-Dios nos invita a participar de su mesa y de su pan (con todas sus implicaciones), pero menospreciamos la mesa y el pan del Señor; esta solemne oferta.
¡Qué error más grande! ¡Qué oportunidad de vida desaprovechada! ¿Aún nos negaremos al llamamiento del Señor? ¿Qué otras cosas puede haber más importantes que esto? “Necesario es obedecer a Dios antes que a los hombres”
·
Una cuestión de prioridades”: << “Señor, déjame que primero…”>>
Por otra parte, no sabemos con seguridad si el padre del joven estaba muerto o no. Pero me inclino a creer que su padre, hombre anciano y posiblemente bastante cerca de la muerte, aún vivía. De manera que lo que el joven decía a Jesús vendría a ser: déjame primero que atienda a mi padre mientras viva y después te seguiré.
Conozco el caso de un hermano que estaba sirviendo en la obra del Señor, pero fue a atender a su padre, a quien presumiblemente le quedaba poca vida, con la firme intención de volver después a la mies. Pasaron años y años y el padre murió. Pero él nunca volvió a la obra

- Y ¡Cuántos y cuantos han dicho: << “Voy a servir al Señor pero primero he de…”>> Lo cierto es que no hubo un después. Les pasó de largo la oportunidad y el llamado cf. (Mt.22:14)
-Cuando Dios llama: es el tiempo de ir tras él. ¡No esperes más! ¿Quién sabe si mañana habrá oportunidad?

“Hoy y mañana iremos…”

-¿Y cómo podré yo confiar en mi palabra: “palabra de hombre”? pues las palabras del hombre no son como las palabras de Dios. ¡Cuán inconstantes somos en nuestros caminos, cuán olvidadizos, qué poco perseverantes y qué rápido nuestras palabras se esfuman como la neblina de la mañana!
-Además, esto es pura jactancia de hombre: << “voy y después ya vendré y haré esto y aquello y lo de más allá”>> ¿No resuenan en nuestros oídos las palabras del apóstol y hermano de Jesús? (Stg.1:13-17) ¿Cómo puede el hombre pretender saber lo que acontecerá mañana?
Pues como el mismo apóstol Santiago declara:

<< “Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.”>>
-¿Quién ocupa el primer lugar y la preferencia de nuestra vida?

c) << “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios”>>

  • ¿Qué significa la expresión: <<“Deja que los muertos entierren a sus muertos”>>? 
  • ¿Está Dios en contra de que enterremos a nuestros familiares? O ¿Desea tal vez que aborrezcamos a los nuestros? (Lc.14:26); ¿No es el mismo Dios que ha dicho: “Honrarás a tu padre y a tu madre” o “amarás a tu enemigo”? ¿Contradice Dios su palabra?
  • Evidentemente Dios no contradice su Palabra ni quiere que declinemos nuestras obligaciones y responsabilidades; entonces ¿qué estaba queriendo decir Jesús a este hombre?
  • Dios estaba llamando a este hombre a un trabajo poco común; una obra mucho más excelente y necesaria: Seguirle y servirle a él; a tomar “la buena parte la cual no le será quitada” cf. (Lc.10:38-42). Ser un instrumento de honra en sus manos usado para usos honrosos.
2ªTimoteo 2:20-21 “vasos de honra

Tal como explica el apóstol, en una casa hay “vasos” (Rv.1909) de oro y plata, pero también de madera y de barro; unos para usos honrosos y otros para usos desprovistos de honra o de usos comunes.Lo introduciré con un ejemplo:
Cuando Ud. recibe en su casa una visita muy especial lo más probable es que no cocine para él lo que Ud. suele cocinar comúnmente para sí. ¿No le prepara en vez de esto una buena y suculenta comida con la que alegrar su corazón? Y seguramente no adereza para él la mesa de su cocina donde suele Ud. comer cada día, sino la mejor de sus mesas. Y no presentada con los utensilios que suele Ud. usar cada día, sino que saca—si bien no utensilios “de oro o plata” — al menos lo mejor de la vajilla y la cubertería: copas, vasos, cuchillos, tenedores, cucharas, servilletas…etc. Todo dispuesto y preparado para servir con lo mejor a ese invitado tan amado y esperado.
Si pudiésemos personalizar estos vasos, copas o cubiertos: ¡qué dicha poder ser utilizados con este fin en manos del Divino Anfitrión! ¡Qué trabajo tan especial! ¡Qué uso tan honroso!
El Señor Jesús dijo a este joven:

"Deja que otros se dediquen a hacer los trabajos comunes, ordinarios; aquellos de cada día, aquellos que siempre hay y siempre habrá; aquellas cosas que todo el mundo hace y en la que usa su vida… pero tú ven y sígueme y toma este trabajo que te entrego: ¡anuncia el reino de Dios! Quiero usarte como “copa de oro” en mis manos, santificado (apartado) para el uso que yo quiera hacer de ti."

¿De qué está hablando Pablo a Timoteo? Si vemos el contexto de estas palabras, desde el principio de la segunda epístola Pablo está animando a Timoteo a consagrarse más y más para el Señor, fortaleciéndose en su gracia, dejando atrás todo impedimento que pudiera obstaculizar su entrega y dedicación y recordándole el inspirador ejemplo de la vida de Cristo y los sufrimientos y las glorias de nuestra elección al seguirle a él. Por ello debe presentarse a Dios aprobado y apartarse de toda iniquidad; limpiarse de todo aquello que pudiese hacerle vivir como un “vaso de uso común o vil”, de manera que Dios pudiese utilizarlo como un “vaso para usos honrosos; un vaso santificado y útil para el uso del Señor y preparado para toda buena obra” ¡Qué glorioso llamado!

<< “Y le dijo el Señor: Ve: porque instrumento [original: “vaso”] escogido me es éste, para que lleve mi nombre en presencia de los Gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel:”>> (Hch.9:15)

(vs. 61-62) << “Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios. ”>>

Este otro caso es bastante similar al anterior. No hay nada malo en despedirse de la familia. De hecho el mismo Eliseo pidió a Elías que le dejase ir a besar a sus padres (1ªReyes 19:19-21) Sin embargo en las palabras de Jesús encontramos algo importantísimo: ¡Cuando se decide seguir a Jesús, no hay vuelta atrás! Y si retrocedemos, no agradaremos Su alma.

a) << “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”>>

  • a.1) Un compromiso, un pacto.
La frase: “poner la mano en el arado” nos habla de compromiso. Nos comprometemos con el Señor; damos nuestra palabra y en ello debe ir nuestro corazón. Es un todo o nada, un “con él o contra él”. Se supone que hemos tenido un tiempo para considerar el coste, los pros y los contras y hemos tomado una firme resolución de corazón: Sí Señor Jesús, iré.
Nuestro compromiso con el Señor ha de ser hasta el final y con nuestras acciones de cada día confirmaremos nuestra decisión. Quien pone su mano en el arado y se pone a mirar para atrás no hará surcos rectos. No está en lo que tiene que estar, ni tiene ahí su corazón. Por tanto no es útil en las manos del Señor.
Ahora cada día hemos de “olvidar lo que queda atrás y extendernos hacia delante”, pues—aún si tuviéramos tiempo de volver—no podemos estar siempre pensando en aquello que hemos dejado atrás (ver el ejemplo de Abraham He.11:13-16). ¡Esta es la actitud de corazón que agrada al Señor!
  • A.2) Un retroceso, una apostasía. 
En cambio, las palabras: “mirar hacia atrás” nos hablan acerca de una vuelta atrás, una apostasía, una “vuelta al vómito”; un “retroceso” (Heb.10:38-39), un corazón dividido (como los israelitas en el desierto que miraban atrás hacia Egipto echando de menos lo que poseían allí Ex.16:3; Nm.11:4-5), un corazón inseguro; alguien que no ha sido capaz de negarse a sí mismo y renunciar a su propia vida y planes y que por lo tanto, casi instintivamente, vuelve su cabeza hacia atrás para contemplar aquello que aún ama con todo su corazón (véase el caso de la mujer de Lot en Gén.19:17, 26 y Lc.17:32)
Quien así hace, dice Jesús, no es apto para el reino de Dios.